MINI cabrio, estilo y deportividad a cielo abierto
Desde la generación con la que BMW asombró al mundo en el año 2001, este pequeño urbano ha contado con una variante descapotable. El MINI cabrio gana en exclusividad respecto al modelo con techo, si bien hay que sacrificar bastante espacio interior para disfrutar con la melena al viento.
Si el MINI ya de por sí es un coche francamente llamativo, con esta versión se potencia aún más su imagen. Ningún rival ofrece tanto como este pequeño descapotable, pues solo el Volkswagen Beetle cabrio se acerca en cuanto a exclusividad y originalidad.
Sin embargo, el ‘escarabajo’ está a años luz en cuanto a capacidades dinámicas y sensaciones se refiere. Al Abarth 595 le pasa exactamente lo contrario, y es que sus cualidades deportivas son encomiables, pero su estética no tiene el estilo de nuestro protagonista.
Diseño exterior del MINI cabrio
Hasta el pilar A todo es idéntico a sus hermanos de tres y cinco puertas. La capota, de tela y accionamiento eléctrico, le sienta muy bien al conjunto, y tarda aproximadamente 18 segundos en completar el movimiento de apertura o cierre. Una de las cosas que más llama la atención del frontal son las luces diurnas, con forma herradura.
La vista lateral cambia por completo respecto al modelo con techo rígido, ya que pierde una de las partes más características del modelo: el techo recto, con el que hace un guiño al clásico de los años 60. Aunque dispone de cuatro plazas, las ventanillas traseras se reducen al mínimo por la forma de la capota, pero dan un toque más cupé al conjunto.
La zaga del modelo inglés es especialmente atractiva. Al quedar la capota de tela más baja que el techo rígido se le otorga un aspecto más deportivo, que mejora la sensación de anchura. La capota queda perfectamente plegada en la parte trasera, al estilo tradicional.
Diseño interior y habitabilidad
La primera sensación que transmite el MINI Cabrio es originalidad. No se parece a otro vehículo del mercado, con una gran esfera en la parte central que recoge la pantalla multifunción. El cuadro de instrumentación, a diferencia del modelo anterior, se encuentra detrás del volante, su emplazamiento natural.
Todos y cada uno de los mandos, y piezas interiores, han sido cuidadas al detalle, con gran cantidad de cromados. La calidad de fabricación es buena, mejor que la del DS 3, aunque no llega al nivel del Audi A1.
Las plazas traseras, para ser un vehículo de solo 3 820 milímetros de longitud, son aprovechables para alojar a dos niños o dos adultos de pequeña estatura. El espacio para las piernas y la altura al techo son bastante reducidos, pero se agradece que MINI no haya querido suprimir estas plazas.
La capacidad de maletero, con 215 litros, es ligeramente superior al del modelo de tres puertas; algo muy poco habitual, ya que los descapotables suelen perder el espacio que ocupa el mecanismo de apertura y cierre de la capota.
Motorizaciones y dinámica
A pesar de que el mecanismo de la capota haga ligeramente más pesado al MINI cabrio, lo cierto es que en marcha apenas se nota diferencia. Dada la rigidez del chasis, tampoco pone en compromiso la solidez del conjunto al carecer techo metálico.
Lo cierto es que este MINI es un prodigio en carreteras reviradas, y las sensaciones que transmite al conductor son similares a las de un kart. Apenas aparece subviraje, y solo en salidas fuertes transiciona con un ligero sobreviraje, pero muy predecible y de fácil corrección.
Asimismo, la dirección es muy precisa y directa, lo que dirige al coche con gran agilidad, rapidez y precisión. El tacto del cambio, muy BMW, anima a jugar con la palanca para exprimir al máximo el motor.
Su paso por curva es muy plano y estable, con muy poco balanceo, gracias a la dura suspensión y al contenido peso. Es el típico vehículo que incita a ir rápido, pues hace de la conducción algo francamente divertido.
En el apartado mecánico, dispone de las mismas opciones que el modelo hatchback. Con una gama de motores bastante prestacionales, sobre todo para tratarse de un modelo del segmento B, queda garantizada la satisfacción del usuario más exigente.
- Gasolina: cuenta con cuatro versiones: el One con 102 CV, Cooper con 136 CV, Cooper S con 192 CV y John Cooper Works y sus estratosféricos 231 CV. Desde el bloque de 1,5 litros tricilíndrico de 136 CV el MINI cabrio se convierte en un coche rápido.
- Diésel: dispone de tres alternativas, el One D con 95 CV, Cooper D que entrega 116 CV y el Cooper SD con nada menos que 170 CV. Son motores diésel muy potentes para un coche de menos de cuatro metros; el chasis del MINI puede con ellos y mucho más.
Precio
Parte de los 23 550 € que cuesta el MINI cabrio con 102 CV de potencia y cambio manual, hasta los 39 200 € que pide la marca por el potente John Cooper Works de 231 CV y transmisión automática de doble embrague y siete velocidades.
De que son precios elevados no cabe duda alguna. Pero el nivel de exclusividad y el comportamiento dinámico que atesora son propios de un modelo de gama superior.
En definitiva, el MINI cabrio es un coche que entra por los ojos estéticamente, pero su público no acaba ahí; y es que también es una tentación para quienes les guste la conducción deportiva y las sensaciones al volante. A nosotros, como no podía ser de otra forma, nos encanta.