MINI rally, el pequeño matagigantes
Si hay una marca que causó furor en los años 60 en el mundo del rally esa fue MINI. La firma, en su día inglesa, presentó un MINI rally que fue competitivo desde que puso los pies en la competición y trajo la ilusión a una competición bastante estancada.
Nada más hacer su primera aparición en el Rally de Montecarlo, el MINI rally demostró ser un automóvil de competición puro, capaz de conseguir una conexión piloto-coche nunca vista hasta la fecha y regalando sensaciones solo vistas en los karts. Estaba naciendo una leyenda del rally.
Nuevo rival a batir: MINI rally
El año 1964 fue uno de los más importantes para la historia de MINI. Fue en este año cuando Paddy Hopkirk y su copiloto Henry Liddon ganaron el Rally de Montecarlo con el Mini Cooper S con el número 37 en las puertas laterales.
Ese primer MINI rally contaba con un motor de 4 cilindros de 1 071 centímetros cúbicos y 90 CV de potencia, no parece una cifra esperanzadora para afrontar un campeonato de estas características pero la pequeña bala roja sorprendió al mundo con sus cualidades dinámicas.
El pequeño motor iba asociado a una caja de cuatro velocidades de movimientos bastante cortos y precisos para tratarse de un coche de su época. Además, contaba con una dirección directa y precisa y un pequeño volante de competición que transmitía muchísima información sobre lo que estaba sucediendo entre los neumáticos y el asfalto.
Con el pequeño motor de un litro fue capaz de derrotar a modelos como el Ford Falcon Sprint o el Mercedes-Benz 300 SE, coches que contaban con enormes motores V8 de 6 cilindros.
Posteriormente, llegaron nuevas victorias conseguidas por los pilotos Mäkinen, Aaltonen y Hopkirk, también conocidos como “Los tres mosqueteros”, quienes dominaron el mismo rally en 1966 y 1967.
El truco del éxito
Con tan solo 3,12 metros de longitud por 1,41 metros de anchura, era casi un metro y medio más corto que sus rivales, y estos lo notaban. A pesar de contar con grandes motores y una tecnología a la última en la época, los grandes V8 sufrían más de la cuenta para seguir al pequeño inglés.
La pequeña batalla también otorgaba una gran ventaja al MINI rally, con sus 2,03 metros era capaz de girar en curvas muy cerradas sin necesidad de deslizar el eje trasero como hacían sus contrincantes. Sin pérdida de tracción podías mantener mejor la velocidad, algo parecido a lo que ocurre con los karts.
Pero si había un dato capaz de poner nerviosos a los ingenieros de sus rivales era el peso. Con tan solo 567 kilogramos, la bala roja hacía que sus 90 CV parecieran el doble. Con una relación potencia-peso de 158 CV/Tonelada, un dato que se acercaba más al de un Ford Falcon.
Aun así, las victorias eran debidas en mayor parte a la agilidad en curva, ya que sus prestaciones eran bastante pobres: pasaba de 0 a 100 km/h en 12 segundos y alcanzaba una velocidad máxima de 170 km/h. Con estos datos nos podemos hacer una idea de la ventaja que conseguía en los tramos de curvas para no ser adelantado en las rectas.
Sus rivales llegaban a los 200 km/h sin problema, pero no les servía de mucho en trazados plagados de curvas y cambios de rasante, donde un vehículo ‘ratonero’ saca a relucir las ventajas de sus medidas y peso.
Pieza de coleccionista
Todo coleccionista de vehículos históricos desea tener en su garaje un MINI Cooper de los años 60, y muchos disfrutan de uno de ellos, pero pocos pueden presumir de tener la versión de rally de uno de los modelos más emblemáticos del Campeonato Mundial de Rally.
Hay pocos modelos en la historia que hayan sido más representativos que el MINI original, un modelo querido por todos y que consiguió abrirse hueco entre los todopoderosos coches de carreras de la época con las mínimas modificaciones. Un coche que merece el respeto de todos los amantes del mundo del motor.