Ford Pinto, el utilitario más peligroso de los Estados Unidos
Los Estados Unidos vivieron en los 70 una dura recesión a causa del aumento del coste del petróleo. Esta crisis hizo que los consumidores dejasen de lado los enormes ‘barcos’ de casi seis metros y enormes motores. En su lugar, se popularizarían los pequeños productos nipones, y Ford contraatacaría con el Ford Pinto.
El parque móvil evolucionaba hacía coches más pequeños, económicos y fáciles de mantener. Ante el éxito de los Honda Civic y Toyota Corolla de entonces, el fabricante de Detroit decidió competir en igualdad de condiciones. El proyecto fue ideado por Lee Iacocca, el mismo que ya tuvo la ocurrencia de crear el Ford Mustang.
Iacocca decidió que para contrarrestar el auge de los económicos coches japonenes debían construir un coche pequeño, ligero –900 kilos– y que, como máximo, el precio de venta fuera de 2 000 dolares. Para no perder tiempo y ventas, el desarrollo debía durar 25 meses, poco más de la mitad de lo normal.
El Ford Pinto, al detalle
Como buen coche de corte económico y en plena crisis del petróleo, el Ford Pinto se ofreció con modestas mecánicas de cuatro cilindros. Con el tiempo, el bloque se fue modificando y pasó de 1,6 a 2,0 litros hasta terminar con 2,3 litros de cubicaje. Por su parte, la potencia se comprendía entre los 54 y los 100 CV.
Contadas unidades del Pinto cuentan con el motor V6 de 2 800 cc, el cual destacaba más por su sonido que por prestaciones, ya que ofrecía hasta 3 CV más que el cuatro en línea más potente.
Casi la totalidad de los Pinto comercializados tienen un motor de cuatro cilindros, vital en la búsqueda de la eficiencia.
En el plano estético, el Pinto se ofreció hasta en cuatro configuraciones diferentes: dos puertas, dos puertas con portón trasero de cristal, familiar y un extraño familiar de ventana cerrada con claraboya. Por lo general, las dimensiones de todos ellos no desentonaban con lo que ofrecían los nipones.
La vida del Ford Pinto se divide en tres etapas. En la inicial destacaba por la limpieza de sus líneas, con un aire desenfadado y juvenil. Para 1975 llegarían los primeros cambios. Estos traían una nueva parrilla y unos paragolpes de mayores dimensiones conocidos como los paragolpes de las cinco millas por hora.
Este último elemento no terminaba de encajar con el diseño del coche, pero era un mal que sufrió toda la industria. La NHTSA introdujo una nueva norma de seguridad vial que obligó a todos los fabricantes a instalar enormes parachoques con el fin de reducir los daños en caso de choque menor o atropello.
Para afrontar el último tramo de su vida, Ford actualizó su utilitario en 1979 con un frontal completamente nuevo, con una parrilla de mayores dimensiones, faros rectangulares y pilotos traseros nuevos. Los nuevos paragolpes se acoplaban mejor al diseño y contaban con protectores plásticos.
Mercury Bobcat
Desde 1974 hasta el cese de su producción, el Ford Pinto estuvo acompañado de un gemelo remarcado bajo la marca Mercury, propiedad de Ford. Inicialmente solo estuvo disponible en el mercado canadiense, pero desde 1975 también lo hizo en suelo norteamericano.
Se ofrecía con las mismas carrocerías que el Pinto, al igual que se nutría de las mismas motorizaciones. Los cambios realizados en el modelo comercializado por Mercury se reducían a una parrilla de lamas verticales, pilotos traseros diferentes y un capó abultado. No se alcanzó el cuarto de millón de copias fabricadas.
Cuidado que quema
El gran problema con el que se encontró Ford cuando el Pinto estuvo a punto de ser lanzado al mercado era la extrema facilidad para incendiarse en caso de impacto trasero. Esto se debía a un error de diseño, en el que el depósito de combustible quedaba situado en una zona de riesgo, y se rompía facilmente en caso de choque.
No solo era el posible incendio el problema que preocupó a Ford y que desestimó. La frágil carrocería del coche hacía que las puertas se bloqueasen en caso de un choque muy violento. Así, los pasajeros quedaban atrapados en el interior con un más que posible incendio acechando. Una trampa mortal.
En pruebas de la propia Ford, 8 de 11 Pinto chocados se incendiaron. Los tres que no lo hicieron contaban con medidas de seguridad adicionales.
El Ford Pinto estaba llamado a ser un tremendo éxito de ventas dada sus características y el momento en el se salía al mercado, en plena crisis del petroleo. En parte lo fue, ya que se vendieron más de tres millones de unidades en los nueve años en los que estuvo en producción.
Pese a estas cifras tan buenas, el Pinto debió cosechar un éxito mayor, el cual nunca llegó debido a la mala fama que le acompañó siempre, que lo tildaba de peligroso. Un caso similar fue el Chevrolet Corvair, solo que este tendía a volcar, no a incendiarse.
La NHTSA entra en juego
Como bien se sabe, Ford desestimó todos los problemas de seguridad que encontraron tras hacer un análisis del costo-beneficio de arreglar los defectos del Pinto. Estos análisis simulaban la muerte de hasta 180 personas al año al volante del coche.
El arreglo le costaría al fabricante casi 150 millones de dolares, mientras que las demandas de los fallecidos ascendían a solo 50 millones. Con este dato en la mano, Ford lanzó el Pinto al mercado. La NHTSA era consciente del problema, por lo que en 1978 entra en vigor una ley de seguridad en los automóviles.
Esta nueva ley obligó a Ford a instalar protectores plásticos en los depósitos de todos los Ford Pinto fabricados desde aquel mismo año. Cuando la producción del utilitario concluyó, se estimaron un total de 27 muertes a causa del incendio del depósito, lo que daba la razón al análisis realizado por el fabricante.