Ford GT40, cuatro veces campeón de las 24 horas de Le Mans
Cada Ford GT40 construido esconde una gran historia vinculada con su principal razón de ser, que es la competición. En 1968, Francisco Godia ganó las 6 horas de Barcelona con este modelo, con el chasis P/1019. Este icónico modelo de fabricación americana ha ganado en cuatro ocasiones consecutivas las 24 horas de Le Mans, desde 1966 hasta 1969.
Con esta racha de victorias, el Ford GT40 desbancó a los todopoderosos Ferrari, que habían conseguido seis victorias consecutivas en las 24 horas de Le Mans, desde 1960 hasta 1965.
El proyecto del Ford GT40
El automóvil se llamó GT, lo que hacía referencia a ‘gran turismo’, y el número 40 representa la altura total del vehículo, que es de 40 pulgadas (1016 mm). Este valor se determinó según cómo dictaban las normas de participación del torneo. Se usó un motor V8 en posición longitudinal de 4,7 a 7,0 litros de cilindrada. Era bastante más pequeño en comparación al V12 de 3,0 a 4,0 litros usado por su rival, el Ferrari 330 P4.
En un principio, los coches simplemente fueron llamados Ford GT. Por tanto, el nombre GT40 fue el nombre del proyecto de preparar sus automóviles para las carreras de resistencia. Además, los primeros prototipos llevaban el número de serie GT-101 hasta GT-112.
Con el tiempo, la producción continuó y los siguientes coches, los MK I, MK II, MK III y MK IV, que fueron numerados como GT40-P-1000, hasta GT40-P-1145, fueron oficialmente los GT40.
Siendo GT40 el nombre del proyecto y apareciendo en el número de serie, se desmiente el dicho de que GT40 era solo un apodo. Además, existen varios MK V, pero son réplicas que se fabricaron posteriormente con algunas piezas originales. Estos modelos, aunque no son valorados por los coleccionistas, son una opción muy económica de disfrutar del mito del Ford GT40.
Los inicios del Ford GT40
En la primavera de 1963, Ford recibió rumores de que Enzo Ferrari estaba interesado en vender Ferrari a Ford Motor Company. Según se pudo conocer, Henry Ford II gastó varios millones de dólares en auditorías a activos de fábrica de Ferrari y en negociaciones legales para poner presión a la venta de Ferrari.
Ferrari se dio cuenta de que no podía dejar ir la compañía que llevaba su nombre, y no dio su brazo a torcer. Henry Ford II, enfurecido, dio la orden a su división de carreras de encontrar alguna compañía capaz de crear un coche que pudiera vencer a Ferrari en carreras de larga duración. De esta forma, se comenzó con el desarrollo del Ford GT40.
“Ya que Ferrari no puede ser nuestra, quiero que la borremos de los podios en competición”, dijo Henry Ford II.
Para este fin, Ford comenzó las negociaciones con Lotus, Lola y Cooper. Fue la propuesta de Lola la escogida debido a la experiencia de esta compañía con los motores V8. Por otro lado, Cooper nunca había trabajado en carreras de GT. Además, el rendimiento de Lotus en competición estaba decayendo y no sería capaz de hacer frente a Ferrari.
Apenas dos años después, los coches de Ford arrasaban en la carrera más importante del mundo, y es que consiguieron la victoria en las 24 Horas de Le Mans en 1966, 1967, 1968 y 1969. Sus pilotos decían de él que era el vehículo de competición con la conducción más cómoda de la época. Aun así, entrar y salir de él era todo un ejercicio de flexibilidad.
El diseño del Ford GT40
La carrocería tan baja con la que contaba, obligó a Ford a diseñar unas puertas que, al abrirse, se llevan casi la mitad del techo del coche con ellas. Solo así un adulto podría entrar en su habitáculo y sentar las caderas a menos de un palmo del asfalto.
Su mecánica V8 resultó ser una de las más fiables del mundo de la competición. El Ford GT 40 se convirtió en uno de los GT más robustos de la historia, capaz de rodar vuelta tras vuelta a un ritmo endiablado sin apenas fatiga para la mecánica.
Sus proporciones son muy compactas, con 4,06 m de longitud, 1,78 m de ancho, 2,41 m de batalla y 1,02 m de alto. Así, conformaban un volumen ocupado casi por completo por la mecánica de 4 737 cc, aunque contó con varias motorizaciones a lo largo de su dilatada vida deportiva. En total, este superdeportivo pesaba solo 908 kg, entre los que se tenían que repartir potencias entre los 330 y los 400 CV.